Alejandro Toledo, acusado por corrupción. Los
políticos peruanos reaccionan. ¿Pruebas contundentes que lo incriminen?
¡Ninguna realmente! ¡Se está investigando! Entonces por qué la prisión
preventiva de ocho meses. Para que no escape ni oculte pruebas.
Toledo, libre, no viene al Perú porque aduce
persecución política en su contra. Razones no le faltan: poner en prisión a
alguien porque otro lo acusa de un delito y juzgar sin pruebas ni fundamento
por lo que otros dicen que hizo. ¡Estrategia exitosa! Por eso, otros gobiernos pueden
rechazar la extradición.
Si se trata de acusaciones, conductas personales
reprobables, mentiras, sospechas de corrupción, obras mal hechas y sin
terminar, contratos cuestionables, testimonios comprometedores, no solo Toledo
tendría prisión preventiva, sino también Alan García, Keiko Fujimori, Ollanta
Humala y Kuczynski. ¡Blindaje!
Aunque se niegue y digamos públicamente lo
contrario, en el Perú se reconoce y admira a dos tipos de personalidades: al
criollo y al tonto. También los tratamos y juzgamos de modo diferente:
complaciente en el primero y con el segundo, inquisidor. Claro, ello dependerá
del contexto y la situación, porque somos generalmente convenidos. ¿Ejemplo?
Los delincuentes de crimen organizado y los que no lo son. ¡Prisión efectiva
para los segundos!
Toledo trató de imitar a Alan García y a Alberto
Fujimori en la forma de gobernar y de mostrarse ante el pueblo. Al principio,
acertó. ¿Luego? ¡La fregó! ¿Cómo, cuándo? ¡Simple! Al conocerse aspectos de su
vida privada. ¿Otro error? Sí, muchos, por ejemplo: García, Fujimori y Humala
(en menor medida) antes de dejar el gobierno, colocaron y dejaron en puestos
clave a muchos partidarios secretos o personas de dudosa reputación, con pocos
valores, capaces de manipular, comprar o persuadir. Toledo no hizo esto y si lo hizo, erró.
Dicen que las obras importan más que la vida
privada, pero he ahí el error: la forma en cómo te comportas y expresas cuando
NADIE te ve, determina tus acciones públicas, más que títulos, premios y logros
profesionales. ¡Recordemos! ¡Vivimos una época de apariencias, máscaras y
ambigüedades! El papel del periodismo como investigador imparcial es
determinante para ello –algo que no sucede en nuestro país a menudo-. Por eso,
es importante conocer aspectos de la vida privada en un candidato a ejercer un
cargo público. ¡Elegiríamos mejor a nuestras autoridades! ¡Menos promesas, más
análisis!
Veamos. Si cualquier mortal tiene perenne o
parcialmente dentro de su psiquis traumas, manías ocultas, envidias,
dependencias, poca autoestima, ¿estos trastornos no se incrementarían en un
sujeto marginado en su propio país y quizás donde estudió? Si no fuera así, el
expresidente tendría otra postura física al caminar, otro tipo de lenguaje
corporal y de mirada, mostraría más seguridad en sus gestos y palabras.
Conozcamos más sobre Toledo. Desde el inicio de su
carrera política, vendió la imagen de emprendedor exitoso. Utilizó
estratégicamente sus orígenes, el color de su piel, sus estudios extranjeros,
incluso a su esposa (Eliane Karp), para despertar empatía y admiración ante los
demás –esto último me hace recordar a Frank y Claire, esposos protagonistas de
la serie estadounidense House of cards, quienes mantienen una apariencia de
armonía matrimonial, cuando en realidad solo es una relación de interés y de
poder-.
Su plan era ser presidente. No para servir al
pueblo, sino para tener poder, prestigio y beneficiar a su entorno más cercano.
Fujimori fue su caballo de batalla. Adalid contra la corrupción, se convirtió
en líder de opinión. Hizo suya la máxima de Maquiavelo: servirse del pueblo
haciéndole creer que se le sirve.
En la sierra peruana, usó muy bien el mito del
Inkarri para su beneficio y creciente popularidad. Así pues, se iconizó como
descendiente del inca y representante de los marginados por los blancos. Full
marketing.
Con todo esto, qué nos queda de la imagen de
Toledo. Al preguntársele si era padre de Zaraí, lo negó no una sino mil veces,
rotundamente. Después, ante pruebas contundentes, lo admitió. ¡Qué tipo! Una
persona así debería quedar desligada de toda participación política. Felizmente
Toledo no volvió a ser elegido presidente. Pero siguió siendo líder de opinión
a pesar de sus mentiras que no fueron pocas. Cuando quiso ser de nuevo
presidente subestimó a los peruanos: no se reinventó tal como lo hizo Alan.
Siguió las mismas pautas que lo llevaron a la presidencia. ¡Fracaso total!
A estas alturas del partido, no cabe duda alguna
que Toledo es un criollo de peso mediano (sinvergüenza, machista, mentiroso,
osado, oportunista y con pocos principios morales, que oculta una autoestima
muy deficiente). Eso lo supo la prensa desde mediados de su gobierno hasta
ahora. ¡Así lo vieron! ¡Así lo trataron!
Sobre el caso Odebrecht que ventiló la corrupción
en América latina, pienso que nuestras autoridades judiciales o son torpes al
momento de investigar personas y plantear demandas o son muy criollas por
engañar al pueblo haciéndole creer que hay mano dura contra los corruptos, que
se les persigue y encarcela, cuando la verdad es que la mayoría de peces gordos
nunca son apresados ni mencionados oficialmente y que si caen prisioneros se
les trata como reyes. Eso sí, todo caleta no más. Se me ocurren tres imágenes
al respecto: la primera es cuando se promete rodar cabezas, pero la cuchilla
del verdugo es de utilería; la segunda, en una película se mata al villano,
aunque en realidad se le pagó para fingir su propia persecución y posterior
muerte. O bien, se compró al verdugo-acusador para que deje con vida al
verdadero culpable para que en secreto continúe con sus redes de poder e
incrimine y acuse al más tonto de los involucrados. ¡Cortemos la cabeza pública
de Toledo! ¡Hecho! ¿Quién sigue?