¿POR QUÉ PALOMA VIRTUAL?

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martes, 9 de diciembre de 2014

Un artículo sobre el cambio climático

El ahora famoso cambio climático es el ciclo de alteración natural que experimenta nuestro querido planeta Tierra cada cierta era millonésima, en el cual se suceden transformaciones en la temperatura y condiciones ambientales. El problemita radica en que la acción del ser humano ha acelerado este ciclo. En casi 400 años se ha cambiado drásticamente lo que sucedería dentro de millones de años.

Negar que no seamos los únicos que con nuestra contaminación estamos creando medios hostiles a la vida es ilógico. Somos las únicas criaturas que tenemos industrias, minerías, laboratorios, arrojamos petróleo y basura a los océanos y ríos, nos matamos por gusto de otros, nos reproducimos como hormigas solo que más grandes y ambiciosas,  y después nos hacemos los inocentes porque hay otros que contaminan más, me pregunto ¿quiénes serán esos otros seres? Nadie responde.

Muchos piensan que esto del cambio climático antes que un hecho real e incómodo, es una alharaca exagerada de un reducido grupo conformado por reprimidos e idealistas. En un artículo de la revista Somos[1] se recogen estas opiniones:

“Si diez científicos no me pueden garantizar el tiempo que va a hacer mañana en Sevilla, ¿cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años? Es un asunto al que hay que estar muy atentos, pero tampoco lo podemos convertir en el gran problema mundial”.  [Mariano Rajoy, p. 29; 2007].

“Los abandonos del apocalipsis climático exigen dedicar cientos de miles de millones de euros a causas tan científicamente cuestionables como mantener la temperatura del planeta Tierra dentro de un centenar de años y resolver un problema que quizá, o quizá no, tengan nuestros tataranietos”. [José María Aznar, p. 29: 2007]



Algunos gobernantes o líderes de opinión creen que el tema del cambio climático se ha politizado demasiado, convirtiéndose en una plataforma donde anónimos personajes se lanzan al ruedo de la política. A decir del escéptico ambiental Vaclav Klaus[2]: “Los ecologistas no quieren controlar el clima, quieren controlarnos a nosotros; salvemos al planeta del movimiento ecologista”. Al respecto, Ricardo León escribe: “Quizá la postura que genera un mayor consenso entre los escépticos del cambio climático es aquella que niega que el hombre sea el principal causante del calentamiento global”. Cita, por ejemplo, al geólogo peruano Rafael Belaúnde quien afirma que, “aunque es imposible desentenderse de la crisis ecológica, de ahí a terminar como títeres de manipuladores y fundamentalistas hay un gran trecho”.

León menciona también al ex ministro de Educación de Francia y miembro de la Academia Francesa de Ciencias Claude Allègre, quien opina que los ecologistas no son sino alarmistas y que la ecología se ha convertido en un lucrativo negocio para algunos.

Es cierto que este tema ecológico se está convirtiendo en algo político y económico, incluso de moda; ya que, productos y estilos de vida ambientalistas están generando industrias de consumo ecológico de alto costo para las personas e inversiones millonarias para los gobiernos. Eso es un aspecto muy importante para tener en cuenta y corregir. Sin embargo, ser conscientes de esta situación que ocurre hoy, no justifica lo dicho por Bjørn Lomborg, a quien León parafrasea e interpreta:

“a medida que aumenta el PBI de un país, aumenta también la emisión de partículas contaminantes derivadas de la industria y, por lo tanto, la preocupación por el ambiente y el esfuerzo por reducir las emisiones. Esto es: hay que producir más, sin importar que se contamine más, para que haya una mayor conciencia ambiental. En otras palabras, solo un país rico puede ocuparse de cuidar el medio ambiente, pero después de haberlo contaminado para generar riqueza”.


Continuando con esta línea, aunque con una versión “moderada”, lo expuesto por Ian Vásquez en su artículo publicado en El Comercio, me da la impresión de que no se lee historia o no conviene hacerlo[3]:

“No hay consenso, sin embargo, acerca de la confiabilidad de las proyecciones de la ONU sobre el calentamiento global y sus efectos, ni sobre qué hacer al respecto. (…) Es más, desde los años noventa, el ritmo de calentamiento global se ha desacelerado considerablemente (…) El experto Indur Goklany documenta mejoras formidables en esas áreas sensibles al clima: la productividad agrícola, el hambre, la salud, la pobreza mundial, acceso a agua potable, y muertes debido a episodios de clima extremo. (…) Hay mucho más bosques en Europa hoy que hace 100 años. El crecimiento, la tecnología y los mercados globales han hecho más productiva y eficiente la agricultura, por lo que se cultiva mucho más usando menos tierra. Tal progreso humano no hubiera sido posible sin el uso de combustibles fósiles en el comercio, las computadores, la medicina, los plásticos, el transporte, las telecomunicaciones y un sinfín de cosas que han beneficiado al mundo. (…) En la medida que los países se vuelven más prósperos y gozan de tecnologías superiores, pueden enfrentar mejor la adversidad, ya sea causada por el calentamiento o no. (…) Reducir forzosamente el uso de hidrocarburos solo disminuiría la incidencia de la malaria y otros problemas asociados al cambio climático en un pequeño porcentaje. Pero el costo seria enorme y la desaceleración económica afectaría a todo, incluso a la capacidad de enfrentar un sinnúmero de problemas del subdesarrollo que no son relacionados al calentamiento y que son prioridades. El crecimiento económico, en cambio, permite tratar los problemas directamente a un costo infinitamente menor y de manera más equitativa. (…) No hay que cometer la irresponsabilidad de seguir las recomendaciones de la ONU”.



Para muchos economistas, algunos intelectuales y autoridades aceptar los cambios que demandan los ecologistas verdaderos implica una verdadera revolución ideológica que conlleva transformaciones sociales y económicas de gran índole, lo que devendría en sus apocalipsis personales. Están acostumbrados a este ritmo capitalista. Hay intelectuales y científicos comprados para defender con criterios ambiguos o sesgados las causas del sistema, minimizando los daños colaterales al planeta y alarmando sobre los cambios durísimos o catastróficos que el cambiar significaría. El desastre seria para ellos y para quienes sirven, no para las demás personas agrupadas en la palabra “pueblo”. Parecemos borregos siguiendo a pastores o amos que nos llevan por buen pasto. Somos felices si tenemos para comer, tener descendencia y no sentirnos frustrados de vez en cuando. En muchos casos, para que el statuos quo se mantenga, se apela a políticas de miedo o pánico social. Incluso se alteran documentos oficiales para que las cosas no salgan tan mal públicamente.  

Con lo vertido por Lomborg y Vásquez cabe reflexionar sobre el rol de las transnacionales que viven gracias al sistema capitalista y globalizado en que nos encontramos. Hay muchísima gente que actúa a manera de sus caballos de batalla o como sus peones. A las compañías no les conviene la idea de que sus peones piensen por si mismos. Aunque no lo pueden contener, les tratan de dar un espacio controlado, minimizándolos, dándoles una libertad a medias. Por qué creen que los libros o personajes antiambientalistas son tan voceados y costeados.

Me pregunto si los escépticos y abanderados del capitalismo leen historia. Al parecer se centran en la historia de Europa y no van a las zonas marginales de sus propios pueblos. No miran ni analizan lo que ocurre en África, Asia o América. Es una pérdida de tiempo seguramente para sus recargadas agendas de análisis. Consultemos a la historia, no solo la que leemos en colegios, la cual es muy bonita.

Los reinos europeos estaban en una época muy mala, sus guerras habían mermado sus arcas y su gente, la expectativa de vida era hasta los treinta años, incluso menos. En eso, se descubrió América y hallaron la gallina de los huevos de oro: encontraron la salida a todas sus angustias y necesidades. Los ingleses y franceses botaron a sus insurgentes al Norte; mientras los españoles y portugueses se enriquecieron con oro, plata, piedras preciosas y tierras americanos. Colonias nos llamaron. Extrajeron riquezas, recursos naturales y millones de vidas. Éramos sustituibles y solo necesarios para levantar sus estatus, morales caducas y agrandar sus egos nacionales.

Aplicaron políticas de miedo y avasallamiento que se quedaron en el inconsciente colectivo de los “dominados”. Si Europa o Estados Unidos están tan bien se debe a nosotros, ya que Estados Unidos aplica la misma política que Europa hizo en la conquista de América y África. Todo se lo deben a nuestros recursos, nuestra materia prima que ellos procesan. Piden más, nuestros bosques son los paganos.

El periodo colonial nos muestra a reinos ambiciosos, que disfrazaron sus verdaderas intenciones bajo tonos paternalistas. En nuestro país arrastramos la desconexión con el medio ambiente desde que nos invadió la Corona Española y su séquito de corruptos que solo nos vio como una mina para satisfacer sus deseos de poder y riqueza. En el papel quedaron los buenos propósitos. No había suficiente gente honesta para controlar que no se cometieran abusos ni aplacado la sed de poder inconmensurables.

En la actualidad, hay datos interesantes sobre la Cumbre de Kioto que Ariel Segal publica en Perú21[4]; por ejemplo, que si bien Clinton integra a Estados Unidos al Protocolo de Kioto, Bush y el Congreso de EUA no lo ratifican. Canadá decidió retirarse en el 2011. China es el mayor emisor de monóxido y dióxido de carbono del mundo; e India, el segundo, juntos propagaban en 1990 el 10% del total global y para el 2011 el 30%. Con estos datos que relucen el mínimo interés que muestran las grandes potencias en cambiar sus políticas de gobierno es lógico que algunos informes sean positivos y calmantes de cualquier crisis ecológica. 

Los países mal llamados por nosotros “desarrollados” sacrificaron sus recursos naturales y los ajenos para alcanzar esa categoría ideal. Ahora que han alcanzado el estatus deseado, se dieron cuenta de algo que olvidaron: la naturaleza. Quieran o no estamos viviendo en este planeta y hasta el momento, solo hay uno que nuestra vida. Los países en desarrollo buscan ciegamente volverse desarrollados y están repitiendo los mismos errores que hicieron sus predecesores. Los desarrollados se han dado cuenta también que nuestros países-colonias son la esperanza para que el planeta se recupere un poco de lo ya hecho. Pero cómo convencerlos que no sigan la misma ruta de ellos.



Nuestro querido Perú

En nuestro caso, la corrupción mermó voluntades y costumbres despreocupadas por la naturaleza, estas se fueron afianzando en nuestra manera de vivir, aunque nos sobresaltemos de vez en cuando por El Niño, La Niña, huaycos, terremotos, sequías y heladas. Demográficamente seguimos creciendo desordenamente. Con el boom mobiliario hay edificios donde habitan cientos de personas, acaso nos preguntamos si podremos mantener los recursos naturales necesarios para satisfacer las necesidades primarias de esta gente. Supongo que eso es solo problema de las autoridades: nuestro deber es multiplicarnos como Dios manda y vivir lo mejor posible.

Para Mariana Alegre, coordinadora de LimaCómoVamos[5], estamos ante una desigualdad ambiental en términos de satisfacción con los servicios. Las diferencias son notarias entre los sectores socio-económicos ricos y los menos favorecidos de la ciudad. Sobre el por qué para los peruanos el tema ambiental está cobrando mayor relevancia, Alegre piensa que se debe a las constantes campañas de sensibilización en contra de la contaminación ambiental hechas por instituciones tanto publicas como privadas, aunque eso se haya vuelto una moda. Ahora bien, la ciudadanía ya no se preocupa por pagar solo sus cuentas, ahora demanda mejores condiciones de vida.

Nuestras autoridades no nacieron de la malva, provienen de las canteras del pueblo. Si nuestra idiosincrasia es criolla, que se traduce por el gusto exquisito por lo fácil y lo burlesco, entonces qué les queda a nuestras autoridades que ser victimas de personajes e intereses extranjeros. Si se contamina un poco el río, se talan bosques o se cazan animales en peligro de extinción no le hace daño a nadie. Y si hay posibilidad de enriquecerse o sacar tajadas mucho mejor. Por eso, siguen las cosas como hace 160 años lo diagnosticaron estudiosos. No ha cambiado el fondo; sí, las formas.

Que las autoridades limpien, que las autoridades propongan, que esto y lo otro, y nosotros qué. Qué si seguimos arrojando basura sin clasificar su uso, botando cosas solidas al mar vía el desagüe, si en las playas dejamos cuanto desecho hayamos traído. No somos conscientes de que cada acto nuestro implica una consecuencia así sea esta leve.

Debemos desarrollar conciencia crítica o acaso creen que si hay un cataclismo fuerte todos entraremos a un arca y nos salvaremos. Concienciarnos y pensar no solo en el presente, proyectarnos en lo que queremos para nuestras generaciones, cambiar nosotros mismos, aunque sea una tarea muy dura. A mi entender, es el único camino, difícil, pero recto y correcto.

PMVA

  




[1] León, Ricardo. Calentura climática. En: Somos, Nº 1461, Año XXVII, pp. 28-29
[2] Ib. Opinión sostenida durante la Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, en Nueva York, 2009. 
[3] Vásquez, Ian. Cambio climático: adaptarse es mejor. En: El Comercio, sábado 6 de diciembre de 2014, A33.
[4] Segal, Ariel. Calentura. En: Perú21, sábado 6 de diciembre de 2014, p. 12
[5] Alegre, Mariana. Aspiramos a la igualdad ambiental. En: El Comercio, miércoles 26 de noviembre de 2014, A6

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