El ahora famoso cambio climático es el ciclo de
alteración natural que experimenta nuestro querido planeta Tierra cada cierta
era millonésima, en el cual se
suceden transformaciones en la temperatura y condiciones ambientales. El problemita radica en que la acción del ser
humano ha acelerado este ciclo. En casi 400 años se ha cambiado drásticamente
lo que sucedería dentro de millones de años.
Negar que no seamos los únicos que con nuestra
contaminación estamos creando medios hostiles a la vida es ilógico. Somos las
únicas criaturas que tenemos industrias, minerías, laboratorios, arrojamos
petróleo y basura a los océanos y ríos, nos matamos por gusto de otros, nos reproducimos
como hormigas solo que más grandes y ambiciosas, y después nos hacemos los inocentes porque hay
otros que contaminan más, me pregunto ¿quiénes serán esos otros seres? Nadie
responde.
Muchos piensan que esto del cambio climático antes
que un hecho real e incómodo, es una alharaca exagerada de un reducido grupo conformado
por reprimidos e idealistas. En un artículo de la revista Somos[1]
se recogen estas opiniones:
“Si diez científicos no
me pueden garantizar el tiempo que va a hacer mañana en Sevilla, ¿cómo alguien
puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años? Es un asunto al
que hay que estar muy atentos, pero tampoco lo podemos convertir en el gran
problema mundial”. [Mariano Rajoy, p.
29; 2007].
“Los abandonos del
apocalipsis climático exigen dedicar cientos de miles de millones de euros a
causas tan científicamente cuestionables como mantener la temperatura del
planeta Tierra dentro de un centenar de años y resolver un problema que quizá,
o quizá no, tengan nuestros tataranietos”. [José María Aznar, p. 29: 2007]
Algunos gobernantes o líderes de opinión creen que
el tema del cambio climático se ha politizado demasiado, convirtiéndose en una
plataforma donde anónimos personajes se lanzan al ruedo de la política. A decir
del escéptico ambiental Vaclav Klaus[2]:
“Los ecologistas no quieren controlar el clima, quieren controlarnos a
nosotros; salvemos al planeta del movimiento ecologista”. Al respecto, Ricardo
León escribe: “Quizá la postura que genera un mayor consenso entre los
escépticos del cambio climático es aquella que niega que el hombre sea el
principal causante del calentamiento global”. Cita, por ejemplo, al geólogo
peruano Rafael Belaúnde quien afirma que, “aunque es imposible desentenderse de
la crisis ecológica, de ahí a terminar como títeres de manipuladores y
fundamentalistas hay un gran trecho”.
León menciona también al ex ministro de Educación de
Francia y miembro de la Academia Francesa de Ciencias Claude Allègre, quien
opina que los ecologistas no son sino alarmistas y
que la ecología se ha convertido en un lucrativo negocio para algunos.
Es cierto que este tema ecológico se está
convirtiendo en algo político y económico, incluso de moda; ya que, productos y
estilos de vida ambientalistas están generando industrias de consumo ecológico
de alto costo para las personas e inversiones millonarias para los gobiernos.
Eso es un aspecto muy importante para tener en cuenta y corregir. Sin embargo,
ser conscientes de esta situación que ocurre hoy, no justifica lo dicho por
Bjørn Lomborg, a quien León parafrasea e interpreta:
“a medida que aumenta
el PBI de un país, aumenta también la emisión de partículas contaminantes
derivadas de la industria y, por lo tanto, la preocupación por el ambiente y el
esfuerzo por reducir las emisiones. Esto es: hay que producir más, sin importar
que se contamine más, para que haya una mayor conciencia ambiental. En otras
palabras, solo un país rico puede ocuparse de cuidar el medio ambiente, pero
después de haberlo contaminado para generar riqueza”.
Continuando con esta línea, aunque con una versión “moderada”,
lo expuesto por Ian Vásquez en su artículo publicado en El Comercio, me da la
impresión de que no se lee historia o no conviene hacerlo[3]:
“No hay consenso, sin embargo,
acerca de la confiabilidad de las proyecciones de la ONU sobre el calentamiento
global y sus efectos, ni sobre qué hacer al respecto. (…) Es más, desde los
años noventa, el ritmo de calentamiento global se ha desacelerado
considerablemente (…) El experto Indur Goklany documenta mejoras formidables en
esas áreas sensibles al clima: la productividad agrícola, el hambre, la salud,
la pobreza mundial, acceso a agua potable, y muertes debido a episodios de
clima extremo. (…) Hay mucho más bosques en Europa hoy que hace 100 años. El
crecimiento, la tecnología y los mercados globales han hecho más productiva y
eficiente la agricultura, por lo que se cultiva mucho más usando menos tierra.
Tal progreso humano no hubiera sido posible sin el uso de combustibles fósiles
en el comercio, las computadores, la medicina, los plásticos, el transporte,
las telecomunicaciones y un sinfín de cosas que han beneficiado al mundo. (…)
En la medida que los países se vuelven más prósperos y gozan de tecnologías
superiores, pueden enfrentar mejor la adversidad, ya sea causada por el
calentamiento o no. (…) Reducir forzosamente el uso de hidrocarburos solo
disminuiría la incidencia de la malaria y otros problemas asociados al cambio
climático en un pequeño porcentaje. Pero el costo seria enorme y la
desaceleración económica afectaría a todo, incluso a la capacidad de enfrentar
un sinnúmero de problemas del subdesarrollo que no son relacionados al
calentamiento y que son prioridades. El crecimiento económico, en cambio,
permite tratar los problemas directamente a un costo infinitamente menor y de
manera más equitativa. (…) No hay que cometer la irresponsabilidad de seguir
las recomendaciones de la ONU”.
Para muchos economistas, algunos intelectuales y autoridades
aceptar los cambios que demandan los ecologistas verdaderos implica una
verdadera revolución ideológica que conlleva transformaciones sociales y
económicas de gran índole, lo que devendría en sus apocalipsis personales.
Están acostumbrados a este ritmo capitalista. Hay intelectuales y científicos comprados
para defender con criterios ambiguos o sesgados las causas del sistema,
minimizando los daños colaterales al planeta y alarmando sobre los cambios durísimos
o catastróficos que el cambiar significaría. El desastre seria para ellos y
para quienes sirven, no para las demás personas agrupadas en la palabra
“pueblo”. Parecemos borregos siguiendo a pastores o amos que nos llevan por
buen pasto. Somos felices si tenemos para comer, tener descendencia y no sentirnos
frustrados de vez en cuando. En muchos casos, para que el statuos quo se mantenga, se apela a políticas de miedo o pánico
social. Incluso se alteran documentos oficiales para que las cosas no salgan
tan mal públicamente.
Con lo vertido por Lomborg y Vásquez cabe reflexionar
sobre el rol de las transnacionales que viven gracias al sistema capitalista y
globalizado en que nos encontramos. Hay muchísima gente que actúa a manera de sus
caballos de batalla o como sus peones. A las compañías no les conviene la idea
de que sus peones piensen por si mismos. Aunque no lo pueden contener, les tratan
de dar un espacio controlado, minimizándolos, dándoles una libertad a medias. Por
qué creen que los libros o personajes antiambientalistas son tan voceados y
costeados.
Me pregunto si los escépticos y abanderados del
capitalismo leen historia. Al parecer se centran en la historia de Europa y no
van a las zonas marginales de sus propios pueblos. No miran ni analizan lo que
ocurre en África, Asia o América. Es una pérdida de tiempo seguramente para sus
recargadas agendas de análisis. Consultemos a la historia, no solo la que
leemos en colegios, la cual es muy bonita.
Los reinos europeos estaban en una época muy mala, sus
guerras habían mermado sus arcas y su gente, la expectativa de vida era hasta
los treinta años, incluso menos. En eso, se
descubrió América y hallaron la
gallina de los huevos de oro: encontraron la salida a todas sus angustias y
necesidades. Los ingleses y franceses botaron a sus insurgentes al Norte;
mientras los españoles y portugueses se enriquecieron con oro, plata, piedras
preciosas y tierras americanos. Colonias nos llamaron. Extrajeron riquezas,
recursos naturales y millones de vidas. Éramos sustituibles y solo necesarios
para levantar sus estatus, morales caducas y agrandar sus egos nacionales.
Aplicaron políticas de miedo y avasallamiento que se
quedaron en el inconsciente colectivo de los “dominados”. Si Europa o Estados
Unidos están tan bien se debe a nosotros, ya que Estados Unidos aplica la misma
política que Europa hizo en la conquista de América y África. Todo se lo deben
a nuestros recursos, nuestra materia prima que ellos procesan. Piden más,
nuestros bosques son los paganos.
El periodo colonial nos muestra a reinos ambiciosos,
que disfrazaron sus verdaderas intenciones bajo tonos paternalistas. En nuestro
país arrastramos la desconexión con el medio ambiente desde que nos invadió la
Corona Española y su séquito de corruptos que solo nos vio como una mina para
satisfacer sus deseos de poder y riqueza. En el papel quedaron los buenos
propósitos. No había suficiente gente honesta para controlar que no se
cometieran abusos ni aplacado la sed de poder inconmensurables.
En la actualidad, hay datos interesantes sobre la
Cumbre de Kioto que Ariel Segal publica en Perú21[4];
por ejemplo, que si bien Clinton integra a Estados Unidos al Protocolo de
Kioto, Bush y el Congreso de EUA no lo ratifican. Canadá decidió retirarse en
el 2011. China es el mayor emisor de monóxido y dióxido de carbono del mundo; e
India, el segundo, juntos propagaban en 1990 el 10% del total global y para el
2011 el 30%. Con estos datos que relucen el mínimo interés que muestran las
grandes potencias en cambiar sus políticas de gobierno es lógico que algunos
informes sean positivos y calmantes de cualquier crisis ecológica.
Los países mal llamados por nosotros “desarrollados”
sacrificaron sus recursos naturales y los ajenos para alcanzar esa categoría
ideal. Ahora que han alcanzado el estatus deseado, se dieron cuenta de algo que
olvidaron: la naturaleza. Quieran o no estamos viviendo en este planeta y hasta
el momento, solo hay uno que nuestra vida. Los países en desarrollo buscan ciegamente volverse desarrollados y están
repitiendo los mismos errores que hicieron sus predecesores. Los desarrollados se han dado cuenta también
que nuestros países-colonias son la esperanza para que el planeta se recupere
un poco de lo ya hecho. Pero cómo convencerlos que no sigan la misma ruta de
ellos.
Nuestro querido
Perú
En nuestro caso, la corrupción mermó voluntades y
costumbres despreocupadas por la naturaleza, estas se fueron afianzando en
nuestra manera de vivir, aunque nos sobresaltemos de vez en cuando por El Niño,
La Niña, huaycos, terremotos, sequías y heladas. Demográficamente seguimos
creciendo desordenamente. Con el boom mobiliario hay edificios donde habitan
cientos de personas, acaso nos preguntamos si podremos mantener los recursos
naturales necesarios para satisfacer las necesidades primarias de esta gente. Supongo
que eso es solo problema de las autoridades: nuestro deber es multiplicarnos
como Dios manda y vivir lo mejor posible.
Para Mariana Alegre, coordinadora de LimaCómoVamos[5],
estamos ante una desigualdad ambiental en términos de satisfacción con los
servicios. Las diferencias son notarias entre los sectores socio-económicos ricos y los menos favorecidos de la ciudad. Sobre el por qué para los peruanos
el tema ambiental está cobrando mayor relevancia, Alegre piensa que se debe a
las constantes campañas de sensibilización en contra de la contaminación
ambiental hechas por instituciones tanto publicas como privadas, aunque eso se
haya vuelto una moda. Ahora bien, la ciudadanía ya no se preocupa por pagar
solo sus cuentas, ahora demanda mejores condiciones de vida.
Nuestras autoridades no nacieron de la malva,
provienen de las canteras del pueblo.
Si nuestra idiosincrasia es criolla, que se traduce por el gusto exquisito por
lo fácil y lo burlesco, entonces qué les queda a nuestras autoridades que ser
victimas de personajes e intereses extranjeros. Si se contamina un poco el río,
se talan bosques o se cazan animales en peligro de extinción no le hace daño a
nadie. Y si hay posibilidad de enriquecerse o sacar tajadas mucho mejor. Por
eso, siguen las cosas como hace 160 años lo diagnosticaron estudiosos. No ha
cambiado el fondo; sí, las formas.
Que las autoridades limpien, que las autoridades
propongan, que esto y lo otro, y nosotros qué. Qué si seguimos arrojando basura
sin clasificar su uso, botando cosas solidas al mar vía el desagüe, si en las
playas dejamos cuanto desecho hayamos traído. No somos conscientes de que cada
acto nuestro implica una consecuencia así sea esta leve.
Debemos desarrollar conciencia crítica o acaso creen
que si hay un cataclismo fuerte todos entraremos a un arca y nos salvaremos. Concienciarnos y pensar no solo en el presente, proyectarnos en lo que queremos para nuestras generaciones, cambiar nosotros mismos, aunque sea una
tarea muy dura. A mi entender, es el único camino, difícil, pero recto y
correcto.
PMVA
[1]
León, Ricardo. Calentura climática.
En: Somos, Nº 1461, Año XXVII, pp. 28-29
[2]
Ib. Opinión sostenida durante la Conferencia Internacional sobre Cambio
Climático, en Nueva York, 2009.
[3]
Vásquez, Ian. Cambio climático: adaptarse
es mejor. En: El Comercio, sábado 6 de diciembre de 2014, A33.
[4]
Segal, Ariel. Calentura. En: Perú21,
sábado 6 de diciembre de 2014, p. 12
[5]
Alegre, Mariana. Aspiramos a la igualdad
ambiental. En: El Comercio, miércoles 26 de noviembre de 2014, A6
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