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- Juan Carlos Ubillús sostenía que el revolucionario es aquél que se sacrifica por algo fuerte o importante. Psicoanalíticamente, el deseo es lo más singular en uno mismo, asociado al bien o al placer; ahora bien, si el súper yo se alimenta de una culpa motivada por el deseo, el cual impulsa al deber, entonces el súper yo cobra fuerza por la culpa de no estar a la altura de un ideal o de un deber ser. Así pues, en la imagen del subversivo el ello constituye el mal por el mal, el yo es un egoísmo y el súper yo el lado enfermo de su yo; lo que termina en Fundamentalismo. Al renunciar al bienestar, la revolución produce malestar en donde la dimensión del súper yo es feroz.
- Para Vanessa Vera, la violencia no es un medio ni un fin, es solo violencia. Señala que durante la época del Terrorismo, también hubo violencia institucionalizada proveniente del Gobierno. Ambos bandos, el militar y el terrorista, utilizaron la violencia física y simbólica para defender sus causas como organizaciones. Aparece el sujeto testigo, quien no se involucra sino narra u observa los hechos, surgiendo así la visión de la cotidianidad urbana versus la no urbana.
- Roxana Camán nos menciona que el estereotipo del subversivo para la sociedad limeña es la del campesino; lo que pone de relieve la rivalidad y el resentimiento entre las clases sociales baja, media y alta limeñas. Simbólicamente representa el choque entre el viejo y nuevo orden. Durante las décadas de los ochenta y noventa, los terroristas serían conocidos como seres fanáticos, salvajes e irracionales, donde ser bueno o malo resulta una categoría insuficiente para clasificarlos. En la literatura, en cambio, se tratará de humanizarlos como idealistas, teniendo una plena concepción romanticista".
Han habido pruebas irrefutables en los informes de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que sostienen la violencia inhumana que sufrieron los campesinos y pobladores del Ande por parte de los militares y los terroristas, en cruenta competencia por la imposición del Viejo o Nuevo Orden.
Entender el por qué sucedió esto nos ayuda a prevenir futuros cismas en nuestra nación. Como lo sostiene Camán, Lima siempre ha mirado para sí misma, sus autoridades, desde el principio, han mirado con desprecio a los pobladores andinos y selváticos.
Ello se remonta a los tiempos de la Conquista: el mejor método de dominación es hacer que la cultura dominante imponga sus dioses y ridiculice o minimice a la cultura dominada, para así evitar rebeliones y la pérdida del estatus político. No es que los andinos sean piojosos, flojos, mentirosos, lentos o ignorantes; sino que son iguales a todos nosotros, con las mismas potencialidades, virtudes y defectos propios de nuestra humanidad.
El resentimiento social promueve la revolución, el odio generacional, la rivalidad y el auto encierro cultural. Cuando un líder negativo aparece, se alimenta de estas sensaciones negativas y provoca el choque. Hasta cuándo no nos daremos cuenta que estamos creando un caldo de cultivo para una explosión, al seguir patrones que solo buscaban separarnos y minimizarnos. Hasta cuándo seguiremos con las mismas instancias burocráticas creadas para aumentar la corrupción.
El terrorista emergió de la desigualdad y el odio social, sentimientos que se siguen dando secretamente en cada parte de nuestra ciudad cosmopolita y que se está expandiendo a toda la costa peruana. El gobernante peruano está acostumbrado a rellenar de información al pueblo que sirve, a parchar o encubrir sucesos, no a solucionar, siempre ha visto por lo fácil, elegido el camino más corto. Y es que no le interesa el pueblo, solo lo ve como una escalera al poder individual y no colectivo. Es por eso que puede surgir en cualquier momento, otra versión del terrorismo, más fuerte y secreta que quiera derrumbar el Orden Viejo, porque todos somos viejos, nos han vuelto así. Despertemos!