Nuestros congresistas transitorios buscan, por todo medio, que sus partidos ganen el voto de la gente para estas próximas elecciones generales. Por eso, presentan tantos proyectos de ley populistas y aparecen excéntricos disfrazados de moralistas.
La mayoría de congresistas tiene un pasado corrupto. Sin embargo, solo se hurga al milímetro en la vida y obra de personajes que signifiquen alguna amenaza a intereses económicos y transnacionales.
Cuando se investiga a un congresista, el caso se archiva y olvida. Los congresistas, como los doctores o abogados, se “tapan” entre sí sus errores y actos corruptos, cual código de hermandad.